miércoles, 7 de abril de 2010

TARANTULA (1955)

TARANTULA (1955)
Dir. Jack Arnold

  • Guión: Jack Arnold (Historia) Robert M. Fresco (Historia y Guión)
  • Actores: John Agar, Mara Corday, Leo G. Carroll
  • País: Estados Unidos
  • Clasificación: Animales e Insectos
Sinopsis:

Un hombre con el rostro espantosamente deformado es encontrado muerto en pleno desierto. Se trata de Jacobs, el socio investigador del Prof. Gerald Deemer (Leo. G. Carroll), un científico que ha logrado diseñar un alimento artificial que agiganta en pocos días a los animales que lo comen. La muerte del socio de Deemer, clasificada como Acromegalia, causa dudas en el Dr. Matt Hastings (John Agar), médico del pueblo, quien sospecha que en aquella casa-laboratorio que se encuentra en pleno desierto, se esconde algo más.

Jacobs no será la única víctima de la agromegalia: otro ayudante de los dos científicos padece el mismo trastorno. Enloquecido ataca al profesor en el laboratorio y en medio de la pelea liberan sin querer a una gigantesca tarántula de casi un metro, parte de los animales inoculados en la agenda del experimento. La tarántula logra escapar y el profesor pierde el conocimiento lo que aprovecha el atacante para inyectarle la sustancia radioactiva con la que están experimentando además de incendiar el laboratorio para finalmente huir al desierto.

El remplazo del fallecido Dr. Jacobs, la pasante en biología, Stephanie Clayton, llega a la casa-laboratorio del Dr. Deemer tras los sucesos del incendio y comienza a trabajar con él en su proyecto, mientras que la tarántula continua creciendo y alimentándose de los animales de la región.

Cuando el Sheriff del pueblo recibe una llamada para investigar el caso de una reses devoradas por algún extraño predador, el Dr. Hastings lo acompaña y toma muestras de unos inusuales charcos de liquido blanco cercanos a los huesos de los animales. Más tarde comprobará con sorpresa que se trata de veneno de tarántula, líquido que el descomunal insecto usa para licuar a sus víctimas.

En tanto ello ocurre, el Dr. Deemer comienza a sufrir los efectos de su propia sustancia: mientras las especies animales crecen, en los humanos el alimento causa agromegalia y posteriormente, la muerte por asfixia. Cuando el Dr. Hastings es llamado a la casa del doctor es informado de todo lo que ha ocurrido y descubre el éxito de los experimentos de Deemer: con su alimento, ha logrado acrecentar a los animales.

Hastings comienza a atar cabos y se da cuenta de que algo escapó del laboratorio cuando este se incendió. Lo mismo que se encuentra devorando ganado y ahora hombres. Cuando él y la señorita Clayton se encuentran con el culpable, la sorpresa no puede ser menor. Ahora la tarántula es descomunal, casi del tamaño de un granero, y su apetito es mucho mayor.
Nadie cree en la versión del Dr. Hastings pero él sabe que si no se hace algo rápido, solo es cuestión de tiempo para que el gigantesco arácnido haga acto de presencia en el pueblo en busca de más alimento.

Comentarios:

Es indudable que Tarántula deviene del éxito de películas sobre animales mutados y agigantados por la radiación que surge a mitad de la década de los cincuentas como parte de toda aquella explotación cinematográfica que tiene como base el miedo a la radiación. En Tarántula, la radiación contenida en una sustancia para acrecentar el tamaño de los animales es la causante directa del agigantamiento del insecto y nada mejor que un arácnido para despertar el miedo en el público.

Como es frecuente en el grupo de películas norteamericanas que se circunscriben en esta época como Them! (Gordon Douglas, 1954); Beast from 20,000 fathoms (Eugène Lourié, 1953); Beginning of the end (Burt Gordon, 1957), entre otras, resulta interesante observar como la mutación, de claro origen nuclear, no es causada a propósito: son errores que nacen de una experimentación cuyo único fin es el progreso de la ciencia o el desarrollo de armas de defensa para el país. Prácticamente la idea de usar el poderío atómico para hacerse del control mundial u obtener más poder político de coerción global no es contemplado en estos filmes y si lo es, es resultado de la locura megalómana de un solo hombre y no del estado.

Aún cuando es plenamente sabido que el bombardeo a Hiroshima y Nagasaki cumplía más con un objetivo de amedrentamiento para los soviéticos que como una necesidad estratégica para el desembarco de las tropas norteamericanas en Japón, en aquellos años la idea que compartía el pueblo norteamericano es que la bomba había sido un mal necesario. En Tarántula, lo científicos no juegan con la radiación para acrecentar su poder, lo hacen con el objetivo de aumentar la producción mundial de alimentos y de esa forma abolir el hambre. Aunque los científicos (al menos los dos primeros) acaban inyectándose la sustancia a sí mismos por alguna causa desconocida no se hace mención en el filme de que sus intensiones sean otras diferentes a las de contribuir al desarrollo científico. En la película el Prof. Deemer señala que “el siguiente paso natural de experimentar con una sustancia así, es probar el efecto en humanos”, pero no explica por qué es natural ese paso, al menos para una fórmula que estaba pensada para aplicarse en animales y al agigantarlos, multiplicar el volumen de alimentos. ¿Querían los científicos convertirse en gigantes? ¿Y para qué? En el film nadie habla de construir un ejército de gigantes o de utilizar el agigantamiento con otros fines que no sean meramente altruistas.

El pueblo norteamericano, pues, confía en su bondad y en las buenas intenciones de su gente y gobierno. Mark Hertsgaard habla sobre ello en su libro La sombra del águila: Por qué Estados Unidos suscita odios y pasiones en el mundo:

Amigos o enemigos, ricos o pobres, las personas de otros países tienden a temer a Estados Unidos por su imponente poder militar, aunque las encandile su deslumbrante riqueza. Puede que para algunos estadounidenses no les cuadre esa perspectiva. Nos consideramos personas buenas y trabajadoras, que deseamos el bien para el resto del mundo y hacemos incluso más de lo que nos corresponde para ayudar a ello. Nos sentimos orgullosos de nuestra libertad y de nuestro próspero estilo de vida y podemos entender por qué otras personas quieren lo mismo. Preferiríamos no comprometer nuestra paz y nuestra prosperidad en conflictos externos, como aconsejaba tiempo ha el padre de nuestro país, George Washington, pero estamos dispuestos a emplear la fuerza si es necesaria para oponernos a la injusticia y proteger la libertad en todo el mundo, tanto nuestra como la de otras personas. (Hestgaard, 17-18)

Es así que esta visión del uso de la fuerza atómica, la de su desarrollo, no por poder, sino por la prosperidad o la defensa de la libertad deviene en horrores, no porque su fin primario sea desencadenar ese horror y utilizarlo para su provecho, sino que es el resultado de una arrogancia que escapa del plano mortal para circunscribirse en la esfera de lo religioso: cual Dr. Frankenstain, el desarrollo inmoderado de la tecnología intenta erigir en dios al hombre. Incluso esta visión no peca de prejuiciosa: No es el “hombre americano” quien se quiere erigir como Dios, sino que extienden el simbolismo a la humanidad entera.

Los profesores Deemer y Jacobs no piensan en el desarrollo de su sustancia como una forma de acabar con el hambre en los Estados Unidos o de fortalecer su mercado de alimentos, sino como una forma de exportación de las bondades del sistema americano para todo el mundo. Buscan el bienestar para toda la humanidad. Pero el pecado es intentar realizar eso violentando a “la creación”, modificando la obra de Dios para hacerla rendir más, usando un poder que puede escapar fácilmente a nuestro control y que atenta contra la creación misma porque va al corazón de ella: el átomo. Y ese mismo factor es repetido en muchas películas del género. Las intenciones de su uso, al menos por el pueblo norteamericano, no son malas, pero es un campo que emula al árbol de la ciencia de Jardín del Edén y los científicos que juegan con él, son como niños inconscientes jugando con fuego.

La película, aunque de bajo presupuesto, tiene la ventaja de estar bien dirigida y el guión bien escrito. Los efectos especiales, sin ser una maravilla, cumplen apropiadamente con su objetivo y en ciertas escenas se tornan sorprendentemente creíbles, como con ocurre con los animales del laboratorio que realmente parecen gigantes.

Para la tarántula no se usaron modelos para “stop motion” sino que se filmó usando a una real, sobreponiéndola en el paisaje. Hay momentos, claro, en que se utilizó un modelo de tarántula para los acercamientos (como cuando el arácnido ataca la casa del Prof. Deemer) o las tomas desde las fauces.

[Existen una versión en DVD]

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