jueves, 4 de febrero de 2010

THE AMAZING COLOSSAL MAN (1957)

THE AMAZING COLOSSAL MAN (1957)
Dir. Bert I. Gordon


• Guión: Mark Hanna y Bert . Gordon
• Actores: Glen Langan, Cathy Downs, William Hudson
• País: Estados Unidos
• Clasificación: Colosos y Humanoides

Sinopsis:

Gracias a un accidente ocurrido en medio de una prueba nuclear en el desierto de Arizona, el Coronel Glen Manning es alcanzado por la ardiente energía de una bomba de plutonio. Milagrosamente sobrevive, pero su cuerpo se encuentra tremendamente quemado y tiene pocas esperanzas de pasar la noche. Sin embargo, a la mañana siguiente, una enfermera descubre con sorpresa que las quemaduras del coronel han desaparecido y una nueva piel se ha desarrollado sobre todo su cuerpo. Sorprendidos con este hecho, los doctores se cuestionan que factor pudo haber causado todo aquello. Sin embargo, las sorpresas no hacen más que empezar.

Cuando Carol Forrest, la novia del coronel se entera de que su novio ha desaparecido del hospital, sigue su rastro hasta una base militar donde logra infiltrarse y descubrir que Manning es ahora un gigante de 30 pies de largo. Los doctores, aún más desconcertados que antes, buscan afanosamente la manera de detener o revertir el proceso de crecimiento del Coronel que aún no se detiene.

Cuando Glen Manning recobra la conciencia se encuentra entonces con que ha dejado de ser un ser humano normal, para transformarse en un coloso gigante, en sus palabras: un monstruo.

Para su desgracia, el gigantismo no es un síntoma que viene solo: su cuerpo ha perdido todo rastro de vello o pelo, sufre de unas tremendas jaquecas causadas por el miedo y la ansiedad; y su corazón no crece al ritmo tan acelerado de su cuerpo. Poco a poco, el Coronel Manning parece ir –además de lo todo lo anterior – perdiendo poco a poco la razón, pues pasa de momentos de depresión pura a una excitación exacerbada que inspira verdadero miedo en su novia y quienes lo rodean. Manning es ahora un gigante abatido que vaga solitario en un gran campo militar.

Para cuando los doctores y científicos de la base descubren lo que puede ser la cura para el gigantismo de Manning, este experimenta una de sus peores crisis mentales y acaba vagando por el desierto en una especie de estado de confusión, hasta llegar a Las Vegas, donde causa – al principio – sorpresa en los habitantes, expectación en los medios y alarma entre la policía. Los disparos de un grupo de estos despierta a la furia animal en el confundido Manning y todo se convierte en caos.

Afortunadamente, la novia de Manning, el doctor Coulter y el mayor Lindstrom ya van en camino con la cura para el coronel: se trata de una jeringa gigante con un compuesto azufroso que actuaria sobre la medula del gigante para disminuir su tamaño (¿?). Cuando el helicóptero que lleva a los tres lo intercepta - ya fuera de la ciudad de las Vegas - desciende y los tripulantes logran inyectar la sustancia en uno de los talones del coloso, el cual, furioso y adolorido, usa la misma jeringa para atravesar el cuerpo del mayor Lindstrom y subsecuentemente, secuestrar a la chica.

El Dr. Coulter y los militares logran atajar a Manning exactamente al lado de la Gran Presa Hoover, pero se hayan imposibilitados de usar sus armas pues carga en una de sus manos a la Srita. Forrest. Apelando a lo que aún queda de Manning, Carol le suplica al gigante que la baje y este, reacciona favorablemente a su petición. Es entonces que los militares atacan y el cuerpo del coloso se desploma, malherido, por la pared de la presa. Su cuerpo se pierde en lo profundo de las aguas del cañón.

Comentarios:

Hay un aire de tragedia griega en la película de Bret I. Gordon, The amazing colossal man (1957) aunque Jerome F. Shapiro, autor del libro Atomic Bomb Cinema opina totalmente lo contrario:

“Esta película, sin embargo, no es una tragedia, pues Manning, tristemente, no acaba aprendiendo nada de su experiencia. El es simplemente destruido por estas. The amazing colossal man es, como se explicó antes, una película sobre la bomba, pero su narrativa apocalíptica parece ser solo superficial, ya que si bien el héroe emprenden diferentes periplos hacia otros mundos, no se revela ninguna realidad trascendental o redentora. De una forma ambigua, tal vez poética la película previene a la audiencia contra los peligros de la guerra, los rápidos cambios sociales y tecnológicos y especialmente contra darle la espalda a una crisis.”

The amazing colossal man no es realmente una película sobre el dilema de la bomba o sus efectos, ni sobre el terror nuclear, ni una metáfora sobre el exagerado y mal uso de la ciencia. La bomba y el gigantismo es tal vez el único elemento que ata esta película con otras como Them! (1954) de Grodon Douglas donde unas hormigas mutadas por la radiación han llegado a obtener un tamaño descomunal o The beast from 20,000 fathoms (1953) de Eugenie Laurie donde un antiguo y gigantesco reptil antediluviano es reactivado por una prueba atómica en el ártico para después acabar causando el pánico en Nueva York. Aquí, a final de cuentas, ni siquiera hay una seguridad de que sea la radiación de la bomba que explotó sobre el coronel Manning, quien causó directamente – y sigue causando - el agigantamiento de su cuerpo.

En cierta manera, Manning sigue el derrotero de otros famosos colosos del cine como King Kong o Mighty Joe Young: son más víctimas que victimarios. Tal vez mucho de esto se deba a su forma antropomórfica, que los acaba convirtiendo en seres más cercanos a nosotros, los humanos; y esa naturaleza animal que más que ofrecerle cualidades realmente salvajes, los identifica como criaturas de un mundo diametralmente diferente al nuestro, que es artificial y en muchos sentidos, algo más falso. King Kong es una bestia, si, pero es sincera. Su adoración por la chica no es falsa, le viene del corazón.

Estas bestias gigantes, con lo que cargan de su inocencia a cuestas, casi siempre acaban inmoladas en el altar de la “civilización”, no sin antes ser exhibidas como objetos (en una clara metáfora de la despersonalización del consumismo) que causan primero maravilla y después, terror. Son el recordatorio de que aún hay algo salvaje e impredecible debajo de todo aquello que parece controlado y organizado, una fuerza animal latente que puede despertar en cualquier momento.

En el caso del Coronel Manning, esta conexión con el público y este recordatorio de lo salvaje, es aún más evidente, porque al contrario que Kong o Joe, Manning es un humano.

El caso de Manning es triste y patético porque en primer lugar nos habla de la fragilidad y la imprevisibilidad de la existencia misma. El coronel no fue la victima escogida para realizar un experimento, sino la victima de un accidente. Nadie lo propició, no hubo intencionalidad. Por el contrario, Manning se expuso por propia voluntad al riesgo al intentar salvar a los pasajeros de una avioneta que había caído exactamente en el lugar donde se estaban realizando pruebas nucleares. Los ojos del coronel reflejan verdadero horror cuando se da cuenta de que la bomba va a explotar y él está a merced de su poder.

La onda de calor barre con la avioneta y con casi todo el cuerpo de Manning, quien para los doctores, no tiene ya mucha esperanza. Manning sin embargo, se recupera en un solo día y su piel se vuelve a regenerar.

Al contrario de muchas otras películas, donde la radiación es considerada la principal causa del fenómeno mutacional, en esta es precisamente el factor que los científicos esgrimen en contra de cualquier explicación ¿Quién puede sobrevivir a la explosión de una bomba y después, de los restos que quedaron, regenerarse? Debe existir ahí otro factor, que no es la radiación ni la explosión, lo que ha creado este milagro. Es interesante este detalle en tanto de que la energía atómica se había convertido en aquella época en una especie de elemento justificativo para cualquier tontería supranatural en las historias hollywoodescas; una especie de piedra filosofal que permitía tanto agrandar hormigas como otorgar superpoderes a las criaturas. En este film, la energía atómica no es maquillada con el color de la maravilla. La energía de la bomba crea un efecto destructivo y letal, no hay más.

El verdadero drama del Coronel Manning, sin embargo no viene realmente de su exposición a la radiación ni a su nueva condición de gigante, sino a sus problemas internos. Parte de una generación de soldados enviados a Corea, Glenn Manning arrastra con él las brutales imágenes de una guerra en la que se enlistó por honor, pero de la que parece no se encontrarse muy orgulloso. Al igual que muchos veteranos, sus pesadillas lo remiten a esa época que no ha podido dejar atrás y que carga continuamente a cuestas en su memoria y tal pareciera que hasta en su alma. Somos testigos de esto cuando el gigantesco Manning todavía no ha regresado a la conciencia y sus sueños lo transportan a la batalla, donde pierde a un amigo gracias a la cuchillada de un soldado coreano al que le vuela la cara. Manning regresa al hogar, donde una novia lo espera para casarse, pero antes participa en un ejercicio militar más: experimentar una explosión atómica de una bomba de plutonio en condiciones de combate. Manning despierta de esta pesadilla, angustiado.

Como bien señala Jerome F. Shapiro en su análisis de esta película, “Glenn Manning no es ningún Job. Sus pecados son evidentes. Aunque la causa pudo haber sido justa, su pecado es todavía haber matado a otro ser humano. Peor que el pecado mismo, Manning no ha podido expiar estas culpas”. Estos pecados son, en cierta manera, compartidos por ya varias generaciones de norteamericanos en guerra que al volver a sus casas no han encontrado un mundo mejor y al igual que hará el coronel, en lugar de enfrentar sus crisis, les dan la espalda o intentan enterrarlas por otros medios. Manning sueña la guerra porque no ha logrado salir de ella.

En cierta manera The amazing colossal man es una película sobre esta experiencia, la experiencia del estrés post-traumático de la guerra, y sobre una generación que no ha sabido enfrentar sus responsabilidades ante ella. Son víctimas que intentan olvidar que también fueron victimarios. Manning tuvo que convertirse en una bestia para sobrevivir a la guerra y cuando regreso a casa, un mundo que se le prometía diferente, con paz y seguridad, se encuentra con que se ha convertido en un monstruo de verdad. De ser una bestia en corea, se ha transformado en un monstruo en su propio hogar.

Manning no ha podido adaptarse a su nuevo mundo y además se siente impotente por no poderse deshacer de todo aquello que le pesa como un lastre. Ni siquiera cuenta con el consuelo de poder señalar a alguien como culpable. Así como nadie lo obligo a intentar salvar a los hombres de la avioneta derrumbada en medio de la prueba nuclear, nadie tampoco lo obligó a ir a Corea: él mismo, en un flashback de la película, es el que decide participar en ella por honor.
A final de cuentas, nada de lo que ha hecho ha tenido un sentido. Nada ha cambiado cuando regresa de Corea y nada logró hacer por los hombres de la avioneta. El resultado es solo la sorpresa de encontrarse con que poco a poco se está alejando más y más del género humano. Incluso su mente se va trastornando, retornándolo a un estado de salvajismo animal.

Es importante señalar que la transformación física de Manning no es una metáfora de un cambio interior, sino una representación de un cumulo de culpas que se va haciendo cada momento más grande y que amenaza con explotar. El cuerpo de Manning es pues, una especie de globo que está al límite. Esta nueva experiencia no es un infierno que ayude a Manning a revelarle – como indicaba Shapiro - ninguna realidad trascendental. No lo ayuda a encontrarse a sí mismo, ni lo auxilia como una experiencia redentora , porque el mismo Manning no se esfuerza en otra cosa que no sea lamentar su suerte. No puede encontrar ninguna ventaja en ser gigante y no encuentra nada que su nueva condición pueda ofrecer a los demás porque su atención se encuentra centrada en sí mismo y en la impotencia de no poder controlar este hecho sin sentido. No aprende nada de sus experiencias, solo se ve destruido por ellas.

“Que pecado puede cometer un hombre – dice con desesperación el propio Manning – para merecer esto”, “Todo está bien, solo ya no quiero crecer”. El coronel no se enfrenta consigo mismo. Le da la espalda a su situación, a su crisis. Al igual que él, muchos veteranos se encuentran con que no han podido dejar su pasado atrás. No buscan explorar su traumática experiencia y darle un sentido a una realidad que les muestra como aún a pesar de tanto sacrificio, nada ha cambiado a su alrededor. Al revés. El mundo americano – el american way of life - ya no les parece un lugar seguro, sino una máscara que oculta otra realidad mucho más profunda, personal y perturbadora, porque ellos han jugado ya con otras reglas. ¿Cómo podría entender tu hija que el padre amoroso que la abraza en su cumpleaños es el mismo que mató niños en Irak? Y aún peor: después de todo aquello… ¿es realmente el mismo?

Manning crece, si, pero no es un crecimiento interior, personal y positivo. Crece para explotar.

Algo casi implícito en el gigantismo es esa imagen de salvajismo casi animal que acaba identificando a lo gigante con una fuerza desatada de la naturaleza. El gigante tiene de su lado el poder de la devastación, su mismo tamaño lo hace ver como una fuerza imparable que inspira miedo y respeto. La visión sorprendente de un Huracán puede darnos la idea de aquello a lo que nos estamos refiriendo.

Simbólicamente pues, el gigante se yergue como la representación del poder físico, de la brutalidad que existe en la naturaleza. Los titanes, esas figuras descomunales de la mitología griega, eran básicamente la representación de las fuerzas naturales desatadas. Gigante y salvaje, van pues, agarrados de la mano.

En el proceso de gigantización de Manning también existe ese retorno a lo salvaje. Su mente poco a poco se va perdiendo en una niebla de inconsciencia que solo deja activas las respuestas meramente intuitivas o animales. Sin embargo, este proceso no lo convierte en un ente de destrucción per sé.

La figura de Manning es también muy reveladora. Como ha perdido todo el pelo, tenemos un gigante calvo y blanco que muchas veces parece simular a uno de esos gigantescos genios aparecidos de las lámparas de Aladino. Como no hay ropa que le quede, solo cuenta con un extraño calzón elaborado de las mantas del centro militar que lo remite a una condición casi cavernaria o a veces, patéticamente, a la visión de un atontado y descomunal bebe. Además, toda esa falta de pelo frecuentemente se asocia en el cine – según H. Arthur Taussing – a los villanos. Algunos ejemplos los tenemos en personajes como Lex Luthor, el Dr. No, una gran cantidad de científicos locos, etc. aunque siendo justos, Manning no se ajusta en todo al papel del villano de la película.

Cuando Manning sale del terreno donde se encuentra confinado y llega a la ciudad de las Vegas (la ciudad del espectáculo y el exotismo) solo se limita a pasear sobre ella con tranquilidad y curiosidad. La gente del lugar se encuentra maravillada ante el sorprendente espectáculo del coloso. Entonces, unos disparaos irreflexivos de la policía despiertan en el coloso una respuesta irascible y defensiva ante aquel ataque certero, llevándolo a arrancar una palmera para arrojarla a la multitud en afán de alejarlos de él. Manning no es una bestia destructora sin razón, solamente está asustado y sale de las Vegas sin haber creado una masacre.

Finalmente es interceptado por su novia, el Dr. Coulter y un militar quienes logran inyectarle un suero con la esperanza de que recobre su tamaño normal. Sin embargo, - y por el momento – el espectador no alcanzará a saber si aquello habría de funcionar, pues el coloso-Manning toma a su novia del suelo y se dirige con ella hacia la gran presa Hoover, donde los militares, sin ninguna otra idea que no sea acabar de una vez con el problema, lo ametrallan sin piedad. El cuerpo de Manning se desploma al vacio de la gran pared de la presa a la vista de su asustada novia quien ya se encuentra a salvo.

Una vez más, el poder de las armas ha resuelto de tajo el problema. Todos podemos ir a dormir en paz.

BIBLIOGRAFIA
Shapiro, Jerome F., Atomic Bomb Cinema, Nueva York: Routledge, 2002

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