sábado, 21 de noviembre de 2009

Ensayo: HIJOS DE LA BOMBA por Gabriel Benítez

Maestría en estudios cinematográficos
11 de noviembre de 2009


HIJOS DE LA BOMBA
por: Gabriel Benítez Lozano

1.

Es el primero de marzo de 1954 y un barco atunero japonés se adentra en aguas del océano pacifico. Ignora que cerca de su lugar de pesca, en el atolón de Bikini, el ejército norteamericano se prepara para realizar una prueba atómica con una bomba H de 15 megatones. La prueba, conocida como Operación Bravo, borra del mapa una gran porción de la isla resultando el doble de poderosa de lo esperado y las consecuencias se expanden hasta llegar al Dai-go Fukuryu Maru (Dragón de la suerte No. 5) en forma de ceniza blanca, contaminando a 23 hombres de la tripulación con radiación altamente letal. El barco llega al puerto de Yaizu con todos sus hombres enfermos y mostrando síntomas de dolor de cabeza, nauseas e irritación extrema en los ojos. El capitán y la tripulación ignoran lo que les ha pasado y poco tiempo después mueren de leucemia, cáncer y otras enfermedades mortales.

Pero esa no es la única situación trágica pues toneladas enteras de atún contaminado tienen que destruirse para evitar que lleguen al mercado, asustando a la población y afectando directamente a la industria pesquera.

Cuando el gobierno de los Estados Unidos en confrontado por esta situación, niegan su responsabilidad en el asunto pero posteriormente – y a regañadientes - tienen que admitirla. Al gobierno norteamericano no le conviene un altercado con sus nuevos aliados y mucho menos con los sentimientos y el movimiento anti-americano de varios grupos radicales del Japón por lo que decide reparar el daño con una fuerte suma de dinero que el gobierno japonés se niega a aceptar. El gobierno norteamericano, por su parte, envía a cada viuda de los pescadores un cheque por 2.5 millones yenes como compensación por el trágico incidente.

La prueba atómica afectó, según estudios del gobierno norteamericano a más de 856 pescadores y a los habitantes de las islas cercanas quienes tuvieron que ser evacuados.
Poco tiempo después de la tragedia del Dai-go Fukuryu Maru, una nueva tripulación pesquera encontraría su trágico final de una manera espantosamente similar, solo que esta vez, seria en las pantallas cinematográficas el Japón.

2.

El desastre de Hiroshima y Nagasaki fue el golpe definitivo que acabo por desbaratar la cruenta guerra del Pacífico y dio punto final a la Segunda Guerra Mundial. Así mismo, fue también el fin de los anhelos expansionistas de Japón, quien durante casi setenta años había logrado una posición privilegiada entre los países de oriente con aventuras bélicas contra China (1894-95) y contra Rusia (1904-1905) de donde salió victorioso.

Todo ello dio ventajas comerciales y militares al Japón, quien se convirtió en la quinta potencia mundial. Desde 1868 en que se sentaron los cimientos para la modernización del Japón, convirtiéndolo en una potencia industrial, el imperio no había dejado de consolidarse. En la primera guerra mundial, gracias a su coalición con los aliados, le otorgó varias posesiones alemanas en la costa de China, permitiéndole presionar a este país para obtener más concesiones económicas y políticas. Todo ello envalentonaba al imperio japonés que estaba a unos pasos de sentirse indestructible.

Su situación como potencia mundial y controlador de varias rutas comerciales hacia desde sus victorias contra los Rusos y los Chinos, más complejas y difíciles las relaciones con los Estados Unidos quienes comenzaban a tener conatos de tensión con el imperio del sol naciente y en 1922 tras la conferencia de Washington, se retira de la alianza anglo-japonesa, teniendo que dejar territorios en China y Siberia, lo cual reduce al mismo tiempo, la capacidad de su poderío naval.
En 1929, la crisis mundial le pega fuerte al Japón, pues su exportación principal es la seda y los Estados Unidos, quienes son su mercado más importante se encuentran en una tremenda depresión que les impide importar.

Con frustraciones y problemas económicos, el Japón, quien ya muestra una tendencia bastante marcada a un gobierno abiertamente militarista, se lanza a una nueva aventura bélica con la conquista de Manchuria que acabará extendiéndose a una guerra declarada contra el gobierno nacionalista chino de Chinag Kai-shek.

Es entonces que en Europa se desata la segunda guerra mundial abriendo una nueva oportunidad de expansión militar al Japón, uniéndose a Alemania quien se prepara para atacar el frente ruso. Con esa oportunidad de establecer de nuevo un control económico y político sobre China, mientras los rusos se encuentran entretenidos en su frente de batalla principal contra los alemanes, la esperanza de Japón se centra en que Estados Unidos permaneciera neutral ante la guerra, situación que, sabían, terminaría tarde o temprano.

Irónicamente, los mismo japoneses facilitan esa decisión a los Estados Unidos cuando deciden atacarlo en Pearl Harbor (Hawai), esperando destruir su flota marina en un raid sorpresa. Por desgracia, el plan no resulta totalmente como se esperaba y el ataque se considera a traición, pues la declaración de guerra llega a los Estados Unidos después del bombardeo. De esta manera, los Estados Unidos entran en la guerra del Pacífico pero declarando la guerra al Eje (Alemania, Italia y Japón) permitiéndole así apoyar a los ingleses y ganar la guerra.

La rendición del Japón debe ser incondicional, pero mientras los japoneses intentan lograr un rendición un poco más digna, incluso frente a los rusos quienes acababan de entrar a la guerra del pacífico, los Estados Unidos deciden arrojar dos bombas atómicas contra dos ciudades del Japón: Hiroshima y Nagasaki.

Más que una advertencia para los japoneses, es una muestra de poderío frente a los rusos quienes reciben el mensaje en carne ajena. La guerra fría acaba de empezar.

3.

El milagro de la energía atómica une de forma trágica a dos países y a dos culturas que no pueden ser más diferentes. La experiencia atómica la vivirán juntos pero desde dos posiciones totalmente diferentes: Uno es el creador de la bomba y el otro la victima de su poder desatado.

Tomoyuki Tanaka, productor de la compañía cinematográfica Toho vuela de Jakarta a Tokio. La realización de una coproducción entre Japón e Indonesia no se ha logrado y necesita encontrar una producción que sustituya la película que ya no se realizará. Su mente se enfoca entonces en una interesante idea. En Estados Unidos acaba de aparecer una película sobre un monstruo gigante nacido de unas pruebas atómicas norteamericanas en el ártico. La película es The beast from 20.000 fathoms (Camille Laurie, 1953) y el monstruo, una criatura diseñada por Ray Harryhoussen para filmarse en stop motion, logra llegar a Nueva York para crear caos y destrucción. Por otro lado, el asunto del Dai-go Fukuryu Maru se encuentra aún bastante fresco en la memoria de los japoneses y Tanaka piensa en la posibilidad de que Toho realice un film con estas dos premisas: un monstruo gigante al estilo de King Kong y el miedo que inspira la recién creada y poca controlada energía nuclear.

Cuando Tanaka regresa a Tokio, comenta la idea en Toho y los directivos ven muy atractivo el proyecto, por lo que le dan carta verde y escogen al director que ha de tomar la responsabilidad en sus manos: Ishiro Honda.

La elección no fue casual. Con experiencia como documentalista y asistente de director, y con un reciente gran éxito de taquilla en su haber - Taiheiyo no washi (Águila del Pacífico,1953) - Honda se perfilaba como la opción ideal. Gojira era una película sobre el terror atómico y pocos mejor que Honda para saberlo. Con experiencia directa en batalla, Honda fue prisionera de guerra en China por casi medio año. Fue liberado y después de su regreso a Japón, en 1946, visitó las ruinas de Hiroshima. El mismo Honda comenta en una entrevista para Toho SF Special Effects Movie Series Vol. 3:

“Muchas de las imágenes que realice [para Gojira] provienen de mi experiencia en la guerra. Después de la guerra, todo Japón, así como Tokio, habían sido reducidas a cenizas. La bomba atómica había surgido y había destruido completamente a Hiroshima”.

No solo Honda vería en Gojira la oportunidad de plasmar sus experiencias en la guerra y la oportunidad de trasladar los horrores de esta al cine. Más gente involucrada en el proyecto consideró al filme un buen vehículo para externar aquellas inquietudes y miedos que la sociedad japonesa todavía cargaba sobre la experiencia atómica, como el famoso compositor Akira Ifikube, autor de la música del filme (así como del rugido del Gojira), quien enfermó debido a la radiación. Su hermano perdió la vida debido a ella.

La película inicia con un grupo de pescadores que descubren como una extraña luminiscencia surge del mar para después ser sorprendidos por un brutal destello de luz que incendia el barco. Eventualmente, otros navíos se perderán en el océano. El misterio de las desapariciones se revela, cuando en la pequeña isla de Odo aparece una criatura descomunal, una especie de dinosaurio grotescamente desfigurado de casi 50 metros quien además resulta ser altamente radioactivo. El rostro y el cuerpo de la bestia es la representación gráfica de las pieles quemadas por el calor nuclear, mientras que de su hocico brota un rayo incandescente que todo lo quema. La metáfora está servida.

Honda comenta al respecto:

“La primera cuestión que tuvo que ver con Gojira era el miedo relacionado a lo que entonces se conocía como la bomba atómica [...] En ese tiempo creo que existía una atmósfera que permitía captar mejor un “objeto de absoluto terror”, como Shigeru Kayama lo llamó. Cuando dirigí la película, en términos de la sociedad de entonces, era un sorprendente filme de efectos especiales, pero de hecho, cuando regresé de la guerra y pasé por Hiroshima, la atmosfera era muy pesada... Se sentía el miedo de que el mundo ya se estuviera acabando. Eso se convirtió en mi base [para la película de Gojira].

El apocalipsis de Hiroshima se vive en Gojira como si de un documental se tratara. La bestia llega sorpresivamente a la ciudad y ataca un barco de recreo donde la juventud japonesa se deleita bailando música occidental, para de ahí pasar directamente a destruir Tokio de forma salvaje e igual que pasaba en los raids de la aviación americana sobre la isla, vuelven a sonar las sirenas de alarma. Pero ahora no hay a donde escapar, el monstruo esta ya sobre la moderna ciudad que se ha convertido en la negación de la naturaleza y la espiritualidad para convertirse en santuario del progreso industrial y el consumo.

El terror llega a su cúspide cuando el monstruo escupe por primera vez su mortal aliento atómico, incendiando edificios y derritiendo torres de electricidad. La cámara del parlamento es literalmente despedazada.

La imagen del Tokio después de Gojira es casi una foto de Hiroshima. No hay edificio completamente en pie, ni un alma se mueve entre las ruinas. La niebla que deja el fuego y las cenizas blancas se extienden hasta donde pueda llegar la vista. Un paneo nos muestra raquíticos arboles casi carbonizados, construcciones de las que solo queda una puerta o una ventana e incendios pequeños por aquí y por allá. Es la pesadilla de la guerra de regreso. ¿Cuánta gente en la sala del cine habrá revivido esos momentos de tan solo diez años atrás?

Una multitud de heridos se hacina en los edificios que sobrevivieron mientras que los doctores y las enfermeras no se dan abasto. No hay camas suficientes así que muchos heridos son tendidos en el suelo. Uno de los médicos revisa a una pequeña niña con un contador gaiger y el sonido de la radiación hace crepitar el radioreceptor con un mensaje de muerte. La niña se ve bien ahora pero el doctor sabe que morirá. La intensa radiación de la bestia acabará matándola y con un triste movimiento de cabeza el doctor ofrece su veredicto. En otro lugar del mismo edificio, otra niña llora desesperada la muerte de su madre.

4.

Aunque Gojira es una criatura surgida de las pruebas atómicas, no hay en el film una acusación directa a los Estados Unidos de esa culpabilidad. Corre la década de los cincuenta y en 1951 Japón firma con los aliados (excepto con la URSS) el tratado de San Francisco que restablece su soberanía. En 1954 se firma otro tratado por el cual los Estados Unidos se comprometen a resguardar su seguridad, tratado que se renovó en 1960 y que hasta el momento se encuentra prorrogado. Sin embargo es importante señalar que en la década de los cincuenta el movimiento socialista había logrado desarrollarse y crecer, a la par de cierto sentimiento de hostilidad hacia los americanos. Este sentimiento puede entenderse justificado, sin embargo, la entrada de MacArthur y la ocupación norteamericana, le trajo al Japón más beneficios que problemas. Por ejemplo, MacArthur redactó la Constitución de 1946 que concedía a la mujer igualdad de derechos.

“Conseguida la capitulación japonesa, ambos contendientes pasaron un momento de dramática expectación. Los norteamericanos iban a ocupar el archipiélago. ¿Cual sería su comportamiento? Parte del pueblo japonés consideraba a Norteamérica como un país bárbaro, carente de tradición. El pánico era muy grande [...] Del mismo modo, los norteamericanos imaginaban un glacial recibimiento por parte de la población japonesa y estaban convencidos de que el odio y la amargura de la derrota podían inflamarse en cualquier momento. La vileza del comportamiento japonés en el curso de los combates, por ejemplo, en Filipinas, donde llegaron a ser llamados <>, le hacia temer lo peor. Los norteamericanos preveían que los polvorines volarían, que sus centinelas serían apuñalados por la espalda, etc. Y no ocurrió nada de eso. La ocupación se llevó a la práctica bajo el signo del respeto mutuo.”

Por supuesto que hubo experiencias dramáticas, ataques y sabotajes japoneses, pero como indica José Maria Gironella en su libro El Japón y su duende, básicamente el encuentro fue más feliz de lo que cabía esperar.

“Desde el primer momento, los soldados norteamericanos se mostraron pródigos y galantes y compraron postales del Fuji-Yama, de los templos y de todo lo típico que descubrían en el Japón. Y por su parte, los japoneses no solo aceptaron la situación, sino que, acordes con su predisposición a la obediencia y a respetar la jerarquía, halagaron espontáneamente a los ocupantes, puesto que habían demostrado ser superiores. Ahí estaba la clave: se había perdido el juego; era preciso pues, honrar al campeón [...] los bárbaros norteamericanos se habían convertido en hombres alegres y generosos con un sentido deportivo de la existencia, y los <> se convirtieron en corderos, corderos de mirada ambigua, puesto que habían visto derrumbarse ate sí, mitos milenarios.”

La ocupación norteamericana traía además, esperanza y paz para un pueblo cansado de las guerras de conquista, de un gobierno militar que hacia oídos sordos de la población en general y de una terrible hambruna generalizada.

Tal vez por todos estos factores, no valía la pena señalar en Gojira al los norteamericanos como culpables, porque en la guerra donde se había fraguado todo aquel horror, los culpables eran todos. ¿Cómo acusar a los norteamericanos de inhumanidad cuando los mismos japoneses habían perpetrado en Nanking (China, 1938) una horrenda masacre que dejó más de 260,000 civiles muertos? Hiroshima y Nagasaki arrojaron un saldo de 148,000 bajas civiles.

Con la experiencia del Dai-go Fukuryu Maru, era claro que el verdadero peligro resultaba el hombre mismo, así como su falta de ética al usar la ciencia y la tecnología como herramientas de guerra y destrucción y Gojira señala sin tapujos esa verdad. El ejemplo son los mismos japoneses quienes fueron victimarios y victimas.

Gojira es el nombre de un dios maligno según las leyendas de la isla Odo, donde aparece por primera vez. En el pasado, se le tenían que entregar sacrificios humanos para evitar su ira. Ahora, Gojira ha salido del fondo del mar no solo como un hijo victimado por su propia madre, la bomba atómica; sino también como un dios furioso que viene a pasar factura al Japón de sus pecados de orgullo y su locura colonialista.

5.

Gojira es una maldición, pero también es un milagro. El Dr. Yamane quiere descubrir el secreto que permite hacer que Gojira sobreviva siendo un verdadero horno atómico andante. En él, ha podido ver la esperanza de toda aquella gente enferma por los residuos radioactivos que dejó la guerra pasada y que puede, así mismo, dejar una guerra futura. Descubrir el secreto de la sobrevivencia de Gojira puede convertirse en una nueva esperanza para la humanidad en un futuro mundo en crisis.

Ogata, otro de los protagonistas de la historia, considera que la bestia debe morir a cualquier costo. Su existencia es en sí misma una amenaza y no hay forma de razonar con ella. Por otro lado, El Dr. Serisawa, un joven científico marcado por la guerra ha descubierto un nuevo tipo de arma capaz de destruir al monstruo, pero al mismo tiempo tan peligrosa que podría llegar a exterminar la humanidad, por lo que se niega a usarla contra la criatura.

En Marzo de 1951, Ethel y Julius Rosemberg son acusados de vender secretos nucleares a los rusos y sentenciados a muerte en abril de ese mismo año. Ahora otra superpotencia tiene el secreto de la división de átomo y en poco tiempo más, bombas más poderosas que las que destruyeron Hiroshima y Nagazaki se construirían por otras naciones. Las bombas, se encuentran todavía ahí, ocultas en el subsuelo, dormidas. Nadie recuerda ya a Gojira y a nadie le quita el sueño que aquello pueda volver a resurgir. Durante algún momento de Octubre de 1962 la bestia se revolcó en su nido subterráneo pero no subió a la superficie. Ese debería ser un buen recordatorio pero lo hemos vuelto a olvidar. Nadie teme a Gojira. Temer a las atómicas ya no está de moda. Pero como en las películas de Godzilla, la bestia volverá.

Siempre vuelve.

Bibliografía.

  • Galbraith, Stuart IV, Monsters are attacking Tokio, Venice California: Feral House, 1998
  • Gironella, Jose Ma. El Japón y su duende, España: Plaza & Janes editores, 1976
  • Hagerty, Jack, y Jon Rogers. The Saucer Fleet, Estados Unidos: Apogee books, 2008
  • “Japón”, Diccionario de historia de los países del mundo, Vol.2, España: Salvat 2002
  • “Japón”, Larousse, gran enciclopedia integral, México: Ediciones Larousse, 2005
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  • Ragone, August, Eiji Tsuburaya: master of monsters, San Francisco: Chronicle books, 2007
  • Richie, Donald, The japanese movie, Tokyo: Kodansha international LTD. Revisited edition, 1982
  • Ryfle, Steve, Japan´s favorite mon-star, the unauthorized biography of “the big g”, Toronto, Ontario, Canada: ECW press, 1998
  • Skal, David J. Screams of Reason, mad science and modern culture, New York: W.W. Norton,1998




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